En homenaje póstumo a Manuel Sánchez Chamorro, recuperamos aquí el texto de la presentación que Antonio Carmona hizo de su libro "Viaje en el tiempo por la Rivera del Hueznar", en octubre de 1999, en la Biblioteca de Cazalla de la Sierra.
NOTAS
A LA PRESENTACION DEL LIBRO
"VIAJE EN EL TIEMPO POR LA RIBERA DEL HUEZNAR"
DE MANUEL SANCHEZ CHAMORRO.
Antonio Carmona Granado
Biblioteca de Cazalla de la Sierra, 1-Octubre- 1999
Una vez más, es para mí un honor hacer otra presentación de otro libro de Manuel Sánchez Chamorro. Y estoy dispuesto a presentarle en Cazalla (si él quiere) todos los libros que escriba. Pero ciñéndonos al que tenemos por delante, tengo que decir, en primer lugar, que ha sido para mí un libro muy esperado. Y lo ha sido por un motivo muy preciso. Hace tiempo caía en mis manos la gran obra de Juan Fernández Lacomba y Antonio Calvo Laula titulada "In Vandalia Carmona". A partir de ese momento se apoderó de mí un deseo: que mi pueblo, que la Sierra Morena de Sevilla, tuviera un libro como ese. Con sinceridad era el tipo de libro que me hubiera gustado escribir para y sobre Cazalla de la Sierra. Y en eso recibo una grata noticia: a Manuel Sánchez Chamorro se le ha encargado una "Guía del Paseante y del Viajero" sobre la Sierra, sobre la Rivera. Mis expectativas se iban a satisfacer con creces. Se darían la mano todos los ingredientes para conseguir una gran obra: el autor, el tema y la editorial.
También me contaba mi padre "un crimen de
la Rivera", un crimen real, pero casi convertido en leyenda, un crimen del que aún queda huella, aún
queda un nombre, un topónimo: "la caseta
del crimen". Un crimen posiblemente tan macabro como el que narra
Manolo. Un crimen que tuvo resonancia en toda la comarca. Un crimen del que he
encontrado noticias en el Acta Capitular del lunes 21 de Agosto del año 1920, en
la cual se acordaba "interesar a los poderes públicos para que se
recompensara a la fuerza de la Guardia Civil que capturó al autor del crimen
realizado en la caseta del Ferrocarril nombrada del Sepulcro". Habían sido
asesinados una mujer y dos niños. Mi padre recitaba una coplilla al respecto
que yo nunca recordaré. Pues bien, en su libro, Manolo, me recuerda todo eso, evoca
todo eso. En este libro está escrita, nada más y nada menos que la tradición
cultural de las gentes de la Sierra.
Historias,
leyendas, romances... se dan la mano en este libro de Sánchez Chamorro. ¡Cuánto
arte en la estructuración de estos elementos! ¡Cuánta sabiduría literaria! ¡Qué
derroche de originalidad y de ingenio en el tratamiento del lenguaje! SEBASTIAN
CUMBREÑO, el narrador-protagonista o mejor dicho el protagonista-narrador, se
expresa de modo idéntico al que lo hicieron siempre las gentes de la Sierra,
sobre todo las gentes del campo, como por aquí decíamos, aquellos que oían poca
radio y tenían poca escuela. Ese es el lenguaje de la tierra, que tan bien
conoce Manolo y que con tanta soltura maneja. Además, como decía Cortijo en el
último Chorrillo, su narrar es fluido, sutil y embaucador. Envolvente. Como el
de los romanceros. No se puede dejar de leer. Jamás un libro me duró tan poco
tiempo en las manos. ¡Miento! Tuve un paroncillo en la página 29. En una
palabra que me resultó extraordinariamente atractiva y desconocida a la vez:
"ARGÁLLARAS". Como tal no la localicé en ningún diccionario. Estos me
remitían a una raíz de origen prerromano ("arganna") o árabe
("aryán"). Al final caí en la cuenta, por la definición que da el
propio Sebastián Cumbreño, el protagonista-narrador, ("pequeñas bolas
pardas y oscuras que forman unos a especie de insectos que se crían en las
ramas de los árboles llamados quejigos, que son muy propios de los cerros de la
Sierra") que esas "argállaras" bien podrían ser nuestros
"toritos", que tanto nos
gustaba recoger por esos "vallaos". No sé si me equivoco. Pues bien
ese es nuestro lenguaje antiguo que va desapareciendo. Ese es el lenguaje que
Manolo revive en su novela, presentado con una técnica narrativa de muchos
quilates literarios.
Las tertulias de la imprenta (ese señor Negrillo me suena), la matanza (las vísceras, las entrañas, la hospitalidad de estas tierras), las huertas y los hortelanos (¡qué moros tan sagaces!), los sanadores (un bonito recuerdo para el 25º aniversario de la muerte de José Mª Osuna que se cumple este año y que prácticamente se nos ha pasado por alto), el tren... los suicidas que se tiraban al tren (¡Qué triste caseta de la "pringue")... los niños primitivos y "sin-vergüenzas": todos, temas comunes en nuestra tradición. Una tradición que ya no se transmite. Una tradición que ya se cuenta poco, como escribíamos en la Revista de Cazalla. Una tradición que ya no cuenta para nada. Nuestra tradición popular. ¡Cuánta sabiduría tirada por los suelos! ¡Cuánto saber desperdiciado y arrinconado! ¡Qué corte tan brutal entre las viejas y las nuevas generaciones! Menos mal que las gentes del 54 recogimos algo y aquí ha estado Manolo para contarlo. ¡Y de qué manera lo ha contado! Pues estamos ante un libro literario y científico al mismo tiempo: un gran libro antropológico, que bebe en las fuentes de ese gran investigador, desgraciadamente poco conocido en nuestra tierra, la suya, que fue MICRÓFILO.
Para las gentes de aquí, el libro, seguro que servirá de reencuentro con nuestra línea del tiempo, con nuestros lugares, para reconocernos y reflexionar para nuestros adentros: ¡Nos dejamos arrastrar con tanta facilidad por todo lo de fuera que no solemos ver y apreciar nuestros propios valores! Para las gentes que llegan, para los "paseantes", para los "viajeros", (no para los turistas), no cabe duda que el libro será una guía verdadera para comprender la Sierra, para entender que la Sierra es misteriosa, es compleja, y es sencilla a la vez; para entender que la Sierra hay que absorberla despacio y paladeándola con reposo, como a ese aguardiente del que tanto habla Manolo. Estas tierras tienen cosas que no se han hecho en dos días y no se desgranan en un minuto. Quien puede resumirlas en tan sólo 175 páginas y con tanta facilidad es porque las conoce muy bien. Como es el caso de este escritor.
Y no queriéndome detener en ejercicio erudito de crítica literaria, no puedo olvidarme, por último, del colorido y de la riqueza estética de esas 40 maravillosas imágenes, esas 40 ilustraciones fotográficas que han sabido sintonizar perfectamente con el espíritu del texto. Felicitar a su responsable Javier Andrada por lo bien que lo viene haciendo a lo largo de la colección. En fin una gran labor editorial del Área de Cultura de Diputación, digna de unos autores que han sabido estar con creces a la altura de las circunstancias. A todos muchas gracias por este libro. Nada más por mi parte.
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