sábado, 11 de abril de 2020

La epidemia de “gripe española” en Cazalla durante 1918-1919


Autor: Antonio Villalba Ramos. El Chorrillo 197, diciembre de 2006

En 1918, mientras varias naciones europeas y sus aliados se desangraban en los campos de batalla de la vieja Europa, surgió una terrible enfermedad, provocada por un virus que demostró tener un insólito poder de propagación y destrucción, pues en cuatro meses mató a 40 millones de personas en todo el mundo. El nombre de "gripe española", con el que fue bautizada, todavía evoca a una de las más terribles epidemias, sino la mayor, que jamás haya padecido la humanidad.

Mientras unos apuntan que surgió en el Tibet en 1917, desde donde llegó a Europa con los soldados movilizados para la Gran Guerra, otros dicen que surgió en la base militar de Fort Riley, Kansas (U.S.A), donde se registró el primer caso el 11 de marzo de 1918. Las pésimas condiciones higiénicas, y el hacinamiento de los militares que esperaban acuartelados su traslado a Europa, fueron un magnífico caldo de cultivo para la evolución de la enfermedad, pues en una semana ya había más de quinientos infectados. Es posible que fueran esas tropas las que trajeron al "Viejo Mundo" el mortífero virus H1N1, causante del mal. La epidemia llegó a nuestro País a través de los Pirineos, aunque los franceses la llamaban "la dama española". Un calificativo que no gustó a las autoridades hispanas, habida cuenta de que la enfermedad no había surgido aquí, sino que fue desde los campos de batalla franceses desde donde se propagó a los países vecinos. En pocas semanas había en España más de ocho millones de infectados, de los que murieron unos 300.000.
Cuando llegaron a Cazalla las noticias de lo que estaba sucediendo, el municipio tenía alrededor de 9.000 habitantes, y su población campesina sumida en una importante crisis laboral, provocada por unos años de malas cosechas. Las condiciones higiénicas y sanitarias tampoco eran las más apropiadas para hacer frente a tan certero asesino.
Aunque la población había experimentado un crecimiento moderado desde el año 1900, la mortalidad en el pueblo se había situado entre 1897 y 1907, en una media anual de 253 defunciones, de las que el 60% correspondían a individuos menores de 7 años. El número de fallecidos antes de la llegada de la epidemia no había sido distinto, pues murieron: 272 en 1914; 277 en 1915; 247 en 1916, y 266 en 1917. Un año en el que la mortalidad de aquellos infantes supuso el 46,6 % del total; afectados, sobre todo, de enteritis y atrepsia. Unas enfermedades que reflejan claramente las terribles condiciones higiénicas y sanitarias que padecía la población, así como la pobre alimentación de los más pequeños, y de sus progenitoras, en cuyos vientres ya estaba marcado el fatal destino de la mayoría de los vástagos. Con semejante panorama, cabría suponer que los efectos en la población de un virus tan mortífero como el H1N1 podrían ser terribles. Pero sorprendió a propios y extraños, pues atacó preferentemente a los individuos más jóvenes y sanos, como había sucedido en el resto del mundo. De las 38 muertes provocadas por la "gripe española" y sus complicaciones, 18 tenían entre 16 y 40 años. Afectando más a las mujeres que a los hombres, de las que fallecieron 22.
No es raro encontrar en los registros civiles y parroquiales defunciones por gripe, anteriores y posteriores a 1918-19, aunque hay que aclarar que nada tienen que ver con el virus al que nos estamos refiriendo. En el año 1917, por ejemplo, aparece un caso de gripe en el mes de enero, referente a un muchacho de 15 años que vivía en la calle Baños. Además de dos ancianas, de 78 y 70 años, fallecidas en el mes de noviembre en la calle Baños, y el Llanillo, respectivamente.
Como habíamos comprobado en otros trabajos, la mortalidad en Cazalla siempre alcanzaba el punto más bajo en mayo, para luego ir subiendo, hasta alcanzar el máximo nivel en el mes de julio. A finales del verano las muertes volvían a descender, para empezar a subir con los meses de otoño e invierno, aunque sin alcanzar las cifras de la época estival. Si no fuese por la evidente alteración que se produjo el mes de diciembre, podríamos decir que durante 1918 la secuencia fue parecida, pues de enero a mayo los decesos se habían mantenido entre los 15 y 19 mensuales, pero al llegar junio se elevaron a 29, para culminar en los 34 de julio. Como de costumbre, la mortalidad empezó a decaer en septiembre, pero a partir de entonces comenzó a elevarse, muriendo 21 en octubre; 32 en noviembre, y 51 en diciembre, quince de los cuales fueron de "gripe española". El virus había actuado por primera vez en la calle Pedraza, donde mató a un varón de 38 años en el mes de junio. Luego los casos se repetirían durante el mes de julio en las calles: Espínola; Pozuelo, y en la Fábrica de "El Pedroso". A partir de entonces, la enfermedad dio una tregua de cuatro meses, pero llegado el mes de noviembre volvió a manifestarse, matando a una muchacha de 19 años en la calle San Francisco, y otra de 4 en Fábrica. Sin embargo, al mes siguiente la epidemia mostró su máxima actividad, comenzando por matar de bronconeumonía gripal a una muchacha de 18 años en la calle López de Ayala, para extenderse por las calles: Velarde; Fuente Nueva; Argüelles; Resolana; Cuarta; Rojas; Calvario; Iglesia; Castillo; Jovellanos; Guzmán; Espínola; Pedraza, y Daoiz, donde mató a una mujer de 32 años. El balance de la tragedia se elevó a 15 individuos. Los doctores anotaron en los certificados que habían muerto no sólo por gripe, sino que también lo habían hecho por las diversas complicaciones que surgieron con ella: bronquitis gripal, bronconeumonía gripal, neumonía gripal, etc. Aunque habría que decir que, aparte de los casos citados, 16 personas más murieron de neumonía, aunque los médicos no añadieron el adjetivo "gripal". En enero de 1919, el virus mantenía intacta su capacidad letal, momento en que las muertes se mantuvieron en 52 individuos, de los que 12 fueron a consecuencia de la gripe. Esa curiosidad que apuntábamos antes con la falta de la nota médica, se debe a que cuando desaparecieron las muertes por neumonía gripal, también descendieron las inscripciones de neumonía, sin el adjetivo. Posiblemente, todas ellas fueran provocadas por el mismo agente infeccioso (lo que elevaría la cifra a 58 muertes), pues la enfermedad se desarrollaba con una rapidez extrema, matando a los individuos en un periodo comprendido entre las 24 y las 72 horas. Los síntomas eran inequívocos, pues aparecían unas manchas de color caoba en los pómulos, que al cabo de unas horas eran de color negro azulado, lo que indicaba cianosis (falta de oxígeno). Cuando los médicos veían que los pies de los enfermos estaban negros, sabían que en pocas horas les llegaría el fatal desenlace, es por eso que los americanos la denominaron "muerte púrpura". Cuando se realizaban las autopsias se veían los pulmones endurecidos, y llenos de líquido. Los alvéolos, que habitualmente estaban llenos de oxigeno, aparecían saturados de líquido, eso explicaba la cianosis, y por qué las víctimas morían asfixiadas.
En febrero de 1919 parecía que la pesadilla había acabado, pues sólo murió en el pueblo un hombre, vecino de Córdoba. Luego morirían dos individuos más en el mes de marzo, ambos residentes en las calles Baños y Segunda. Y por último, un varón mayor de edad muerto en la calle Cervantes. A partir de entonces la epidemia se dio por concluida. La "gripe española" pasó por Cazalla cobrándose 38 víctimas (contabilizando sólo las anotadas por los doctores), afectando sobre todo a la población de la Fábrica de "El Pedroso" donde murieron 5 de ellas. En el núcleo urbano se dieron los mayores casos en las calles Baños, y San Francisco, con 3 individuos cada una. El virus se diluyó con la misma rapidez que llegó, y no ha sido hasta fecha reciente que los científicos han podido aislarlo de un cadáver de una mujer esquimal (Inuik), que quedó congelado al enterrarla en las frías tierras de Alaska. Reactivado en el laboratorio, ha vuelto a demostrar que sigue teniendo aquel insólito poder de destrucción.

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